14 octubre 2007

OIGA DOCTOR, PADEZCO PATRIOTISMIALGIA ¿

Ante la avalancha de escritos contradictorios que aparecen en la prensa, bajo los efectos del 12-0 –día de la hispanidad-, no mi trobo.

En la Dictadura, yo quemaba –entre otras cosas- banderas españolas con el aguilucho; y el grito de ¡¡ VIVA EZZZPAÑA ¡¡ con la típica, rancia y casposa pronunciación al uso del facherio ezpañó, me revolvía las tripas.

Sin embargo, en ese mismo tiempo, cuando pintaba AUTODETERMINACIÓN, con grandes caracteres, con rodillo de pintor, en el muro de la Meridiana, a su paso por el barrio de la Trinidad, en BCN; o cantaba Els Segadors, -en el trozo de bon cop de falç- siempre se me derramaba una lagrimita, mejilla abajo.

En aquel momento sentía más a Catalunya, por que me servía de elemento de confrontación ideológica contra el régimen de Franco.

Cuando conquistamos la Democracia y la derecha que representaba CiU se apropió durante 23 años del himno y de la bandera catalana, intentando identificar siempre Catalunya con CiU y su Gobierno; todos, himno, bandera, TV3 y concepto patrio, me producían el mismo revulsivo que el aguilucho.

Cuando por razón de mi cargo profesional, ocupé despachos institucionales, los cuadros del Rey y de Pujol, siempre resultaban de alcayata fácil y resbalaban pared abajo, hasta quedar detrás de algún archivo metálico. La simbología no es mi fuerte, lo reconozco.

Ahora ya, después de haber pasado todos los sarampiones simbológicos, me considero inmunizado contra la emoción de cualquier trapo e himno.

He estado en algún acto donde acudió el Rey; y en vez de colocarme en la fila del “besamanos”, preferí divertirme observando de cerca las caras de súbdito que ponían mis compañeros de izquierdas… cuando hacían la genuflexión y no sabían muy bien que hacer con la mano que les quedaba arriba.

He llegado a la conclusión que mi “amor” a los símbolos considerados patrióticos, están en relación directamente proporcional al nivel de bienestar material y libertad política de la ciudadanía de mi país. Podríamos decir que mi patriotismo es elástico, como la Ley de la Oferta y la Demanda. Cuando mi país gana prestigio mundial, por ser uno de los que gozan de mayores cuotas de libertad política y bienestar ciudadano, mi patriotismo -entendido como orgullo de ser- crece. Cuando los gobernantes de mi país me avergüenzan, como en la etapa 1996-2004; mi patriotismo mengua.

Por compararme con ciudadanos de otros países hoy; yo sería un patriota malísimo, pero malo, malo; si en estos momentos viviera bajo el gobierno birmano; iraní; marroquí o de Estados Unidos. Tendría que combatir mi vergüenza quemando algo, fijo.

Como escribió Samuel Johnson, ya en el siglo XVIII: “el patriotismo es el último refugio de los canallas”. Como muy bien apunta hoy Jesús Maraña en su columna del periódico PÚBLICO : “el concepto de patriotismo, ha quedado reservado con carácter casi exclusivo, para todo tipo de fanáticos, ultras y nacionalistas radicales”

Vale ¡¡¡ , me contradeciré un poco. No todo en mi es relativismo simbológico. Reconozco alguna falta de control emocional cuando canto La Internacional. Algunos párrafos me siguen poniendo la piel de gallina y un nudo en la garganta. Pero de esto, doctor, me gustaría no curarme nunca.

1 comentario:

Unknown dijo...

Yo ante gente como los Zaplana, Acebes, Aznar... ufff que miedo... me siento cada dia más catalán.

Y ante gente como Puig, Mas, Carod, Bertran, O.Pujol... me siento español.

En el fondo ni lo uno ni lo otro y es que los nacionalismos de una bandera u otra son lo mismo.

Siempre he considerado el nacionalismo o patriotismo un engaño de las clases dominantes, para seguir controlando al pueblo. Pues este mientras se preocupa del color de su bandera no protesta por lo que realmente le afecta.


Y el ultimo parágrafo de tu post, que decir, a mí se pone la piel de gallina en cuanto se entona la primera nota de mi himno, el que realmente me representa.

Bandera roja e internacional de fondo... viva la lucha de los iguales.