07 enero 2012

GUARDIOLA Y EL LIDERAZGO


PARA ALGUIEN COMO YO QUE ABOMINA DEL FUTBOL, DE LOS TOROS, y de todo lo que recuerde y quiera imitar al espíritu del pan et circus romano, en cuanto a la absorción y  abducción mental de colectivos humanos ingentes, para apartarles del intererés colectivo por la res pública; recabar en el estilo de liderazgo de Guardiola es contradictorio, a la vez que paradigmático.
Su comparación con Mouriño, permite delimitar estilos que identifican formas de hacer y valores tradicionales de la derecha y la izquierda política.

Este deporte-espectáculo-profesión-negocio, que mueve millones de €, tenía, hasta ahora, unos valores consustanciales que le eran propios i que identificábamos con el egoismo y la brillantez personal de sus “estrellas”, eran el individualismo, la arrogancia; la prepotencia; y la agresividad, que quedaba justificada por ganar a cualquier precio.

En la actitud ante las derrotas, también estaban impregnados valores de la derecha política tradicional: Nunca es culpa propia, siempre lo es de los demás. Buscar culpables para traspasarles la responsabilidad de los errores propios, siempre ha sido la norma.

Y como “el dinero llama al dinero” y también el dinero lo justifica todo; fichar los mejores jugadores del mundo, solo era cuestión de chequera.

Por último, la auto-identificación con los colores de uno u otro equipo, ha sido de siempre la excusa perfecta para canalizar la adrenalina de las gentes que tienen más tetosterona que neuronas.
Conseguir el enaltecimiento social de masas, que se identifican con una bandera en contra de otras banderas; afirmar lo propio a base de negar al contrario, ha sido siempre el engañabobos perfecto. Lo han utilizado los magnates del futbol; los gobernantes nacionalistas y los líderes religiosos de cualquier culto. Es lo que C.Marx calificó como “el opio del pueblo”; una forma muy eficaz de mantener al pueblo entretenido y adormecida su conciencia social, para mientras-tanto poder gobernar sin interferencias, con el mínimo control social.
Guardiola se ha erigido en un lider (para su club), que ha venido a cambiar esas formas de juego. Que ha enseñado que para el proyecto colectivo, es mucho más importante repartir juego, que patrimonializarlo. Ser más humilde, cuanto más exitoso. Autoresponsabilizarse de los fracasos, identificando la causa concreta del error concreto, antes que tirar pelotas fuera y acusar al contrario. A bajar la voz y dar argumentos, cuando los demás solo gritan. A hacer crecer la escuela propia y fidelizar cantera, antes que fichar estrellas de fuera. A socializar el liderazgo, antes que a arrogarse el título de “salvador” o  el milagro soy yo”. A generar clima de vestuario, de buen rollo y confianza entre los miembros del equipo, antes de practicar la vieja política del divide y venceràs, de la siembra de ponzoña y cizaña para generar enfrentamientos personales, que mantengan a salvo su propio liderazgo.

Guardiola debiera ser un magnífico ejemplo para los políticos de la izquierda, y para los coach –entrenadores-formadores-consultores profesionales, en cuanto a conseguir tales cuotas de crecimiento individual entre los miembros de su equipo, que hace buena la máxima de la generosidad personal de que “el mejor lider es el que consigue que su liderazgo sea prescindible”.

Ese debiera ser el objetivo central de cualquier lider de la izquierda, que a lo que debiera aspirar es al máximo nivel de crecimiento individual y de equipo, a la autorrealización, que hace a los proyectos colectivos (deportivos, culturales, sociales o políticos) imparables.

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